Pierre de Coubertin: Un dio como hoy fue el nacimiento de un visionario
Fue un pedagogo e historiador francés, fundador de los Juegos Olímpicos modernos y del Pentatlón moderno, fallecido en Ginebra, Suiza el 2 de septiembre de 1937,
Un día como hoy de 1863, París contempló el nacimiento de un alma singular, un hijo del viento y la esperanza: Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos.
De cuna noble y espíritu inquieto, este hombre trazó, en el lienzo del tiempo, el sendero que conduciría al renacimiento de un sueño ancestral y desde joven, su corazón latió con fuerza por la educación y el deporte, como si en su sangre corriera la savia de los antiguos griegos.
Educador y humanista, comprendió que el cuerpo y el alma son pilares de un templo indivisible, y que en el sudor del esfuerzo se encuentra la semilla de la paz.
Fue a finales del siglo XIX, cuando el mundo, aún tambaleante entre la tradición y la modernidad, necesitaba puentes de unión y Coubertin, con sus pies firmes en la historia, rescató de la bruma del pasado los Juegos Olímpicos, ese faro de hermandad que había iluminado la Grecia clásica.
En 1896, en Atenas, sus sueños tomaron forma. Las banderas ondearon al viento como un coro de colores que celebraba la unión de la humanidad y los himnos se alzaron, no para glorificar naciones, sino para exaltar el espíritu humano: aquel que compite consigo mismo, que persigue la excelencia y que tiende la mano al adversario como al hermano.
Coubertin no solo devolvió al mundo los Juegos, sino que les otorgó un propósito más elevado. Con su máxima que lo esencial no es ganar, sino participar, en sus palabras se entrelazaban los valores que hoy son legado universal: respeto, igualdad, esfuerzo y paz.
Hoy, 1 de enero, recordamos a este visionario, cuyo fuego olímpico nunca se extingue. En cada estadio que vibra, en cada atleta que cruza una meta, en cada aplauso que rompe las barreras del idioma, vive su espíritu y su obra nos recuerda que, aunque distintos, somos uno, y que en la arena del deporte se gesta la promesa de un mundo mejor.
Así, en este aniversario, bajo el sol de un nuevo año, el legado de Pierre Fredy de Coubertin sigue siendo antorcha y brújula. Nos invita, como humanidad, a seguir corriendo juntos, no solo en la pista, sino hacia un horizonte de esperanza y unidad.