Ermelinda Aguilar: Su historia de vida y los inicios del Básquetbol Femenino en Ancud

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El básquetbol es un fenómeno único en Ancud, que desde los «Clásicos Estudiantiles» ha cautivado a sus habitantes. Detrás de cada partido hay grandes historias de superación y de crecimiento ligadas a este hermoso deporte.

Una de ellas es la de Ermelinda Aguilar Caro, nacida el siete de junio de 1931 en su propia casa. Hija de Francisco Aguilar Vargas y Encarnación Caro Mansilla, siendo la antepenúltima de 10 hermanos. Comenzó sus estudios en la Escuela La Arena, ubicada en el barrio del mismo nombre, pero que lamentablemente desapareció tras el terremoto de 1960.

Tuvo dos hijos durante su primer matrimonio, Miriam y Julio. Se separó debido a los malos tratos por parte de quien en ese entonces era su pareja. Tras eso contraería matrimonio con Ramón Mansilla, reconocido exárbitro cestero, con quien tuvo su tercer hijo, Ramón.

Ermelinda tuvo diversas acciones sociales destacadas dentro de la comunidad ancuditana, y uno de los motores que la llevó a poder realizar todas esas obras, de manera desinteresada, fue el básquetbol.

El nacimiento de Excelsior

Comenzó a practicar básquetbol a los 12 años, cuando el protagonismo de dicho deporte dentro de la isla caía principalmente en las ramas masculinas. Ella formó parte del nacimiento del primer equipo femenino, se trataba del Excelsior, nombre que significa “seguir adelante”. El equipo se originó de un grupo de la Acción Católica, del cual ella era miembro.

Junto a ella, el primer plantel fue integrado por Judith González, Edith Schulbach Lions, Georgina Ugalde, María Teresa Ortega, Lidia Caro y Elsa Arraus, todas estudiantes de colegio en ese momento.

Los inicios del club fueron bajo el alero de un cura, quien fue el que eligió el nombre del club y guió al grupo de jugadoras ayudándolas a dar sus primeros pasos, pero que luego de un tiempo sin ver crecimiento en su deporte, recibió peticiones de las jugadoras, “le fuimos a decir al cura, para que nos hizo entrenar y aprender básquetbol, cuando no teníamos ni para comprar un equipo (uniforme)”, comentó la propia Ermelinda.

La situación mejoró con la llegada de una profesora chillaneja que cambiaría la suerte del equipo, se trataba de Inés Abarzúa. Ella también fue quién inició la primera brigada de Scout en Ancud, donde Ermelinda era la abanderada.

Grupo Scout de la Escuela Vocacional de Ancud, con Ermelinda Aguilar como abanderada / Créditos: memoriasdelsigloxx.cl.

Con la llegada de Abarzúa al equipo, comenzó el crecimiento de Excelsior, recibiendo también un llamado de la Municipalidad donde se les regalaron telas brillantes con las que ellas mismas confeccionaron sus uniformes.

Sumado a eso se comenzó la búsqueda de un entrenador, el que finalmente fue Nicolás Chahuán.

“Por lo que me dijo mi padre, lo que me transmitió, ella era una figura gravitante del básquetbol femenino de Ancud”, comentó Roberto Chahúan, hijo de Nicolás.

Plantel de Excelsior / Créditos Básquetbol Ancuditano del Recuerdo y Ermelinda Aguilar.

En un inicio se enfrentaban entre ellas, pero con su nacimiento los establecimientos de la ciudad y clubes deportivos se decidieron a también comenzar sus escuadras femeninas, en particular el DALA (Deportivo Liceo Ancud), Alas Chilotas, Enrique Muñoz y la Escuela Normal.

“En la Escuela Normal había un equipo que nos tenía una pica, porque este fue el primer equipo, las normalistas se picaron y hablaron con la directora de su escuela y se formó el equipo”, rememoró la exjugadora.

Con todo esto, se fueron dando los primeros partidos y primeras competiciones entre clubes femeninos.

“Ganábamos siempre, las gringas eran altas y teníamos nuestra laucha también, laucha le llamábamos a las aleras. Yo era defensa con la Lila atrás, éramos gorditas y livianas para saltar, Chahuán nos enseñó todo, nos quería”, comentó.

El equipo entrenaba siempre contra hombres para ser más rápidas, incluso en alguna ocasión Nicolás Chahuán mandó a buscar un norteamericano para que las entrenara.

También, Ermelinda muchas veces salía a trotar a las seis de la mañana en la playa junto a su entrenador Nicolás Chahuán, previo a ir al colegio.

El club llegó a tener ofrecimientos de terrenos para tener su propia sede, pero nunca se recibió la autorización del alcalde, ya que pertenecían a la Municipalidad.

El equipo jugó durante toda su existencia dentro de la ciudad de Ancud, ya que la falta de financiamiento le impidió hacer giras en otras ciudades, sin embargo, eso no fue limitante para tener grandes logros.

Un triunfo histórico

Junto a Excelsior, Ermelinda enfrentó al en ese entonces poderoso campeón de Chile, Ferroviaros Alameda, que venía haciendo una gira por todo Chile enfrentando a los campeones regionales.

“Venían jugando desde Punta Arenas hasta Puerto Montt, Ancud era la última parte donde no habían vencido al equipo de la ciudad, en dicho club había una sola que hacia los goles, no le erraba una”, recordó Ermelinda.

Tras eso, el equipo tuvo una idea para poder tomar el dominio del encuentro, “me dicen Ermelinda hagámosle la china, nos cruzamos las dos que éramos gorditas, le hicimos el cruce y se fue afuera la goleadora, ninguna otra metía goles más que ella”.

Tras esa acción, las ancuditanas se quedaron con el partido venciendo a las campeonas de Chile, “el Ferroviarios Alameda de Santiago era una gran cosa y aquí le ganamos nosotras” agregando, “cuando le ganamos a Ferroviarios Alameda nadie lo creía, eso fue muy reconocido”.

Una nueva etapa en su vida

Durante su tiempo en el Excelsior, Ermelinda obtiene el título de Alta Costura, con el cuál se predispone a trabajar en el taller que su madre, tenía en su casa.

Después se casó y se mudó a Castro durante tres años, donde nacieron sus primeros dos hijos. El matrimonio no prosperó y ella volvió a Ancud, de ninguna manera iba a volver a vivir con ese hombre explicó.

De vuelta a Ancud y al básquetbol

Tras su retorno, terminó su cuarto medio y jugó por el DALA, a su vez recibió un llamado desde el Hospital de Ancud, le darían trabajo si jugaba básquetbol para su equipo. Ahí estaba con sus dos hijos donde una tía, ya que su madre no quería que jugara, después de un tiempo llegó a buscarla.

En los equipos de los hospitales solo podían jugar funcionarios, el básquetbol le abrió una puerta muy importante, siendo jugadora del Servisalud.

“Los cabros y cabras que jugaban bien, los ubicaban y les daban la pega” destacó Ramón Mansilla, sobre las posibilidades que entregaba en básquetbol en la época.

En dicho equipo fue la capitana y la dejaron a cargo de organizar giras para disputar partidos, en su primer viaje fue a jugar a Coyhaique por Servisalud, cuando de repente empezaron los alegatos antes del partido, lo que pasaba es que varias profesoras normalistas de Coyhaique que habían estudiado en Ancud reconocieron a Ermelinda y dijeron que no era del hospital.

Llamaron a Ancud por radio para consultar al hospital, hasta que una persona del público declaró, la señora Ermelinda es ancuditana, trabaja en el hospital y tiene dos hijos, tras eso se armó un griterío, “yo tenía miedo, nunca había viajado antes, en eso viene una normalista que estaba de pensión en mi casa cuando estaba estudiando acá, y dijo yo estuve en la casa y pensión de Ermelinda, la quiero mucho y espero que se porten bien”.

También dentro de esa época vivió un complicado momento dentro de la Isla, “en ese tiempo estaba el tren, fuimos a jugar a Castro, ganamos dos veces y después nos corrieron a peñascazos, a piedras, entramos dentro de una lancha y el dueño nos llevó a Chonchi, al equipo completo, después nos pudimos ir a Ancud”.

“Era triste llegar a otro pueblo a jugar, no tener a nadie, se sentía como si la largaran a una”, reflexionó.

Incluso, durante su larga etapa jugando por el hospital, alcanzó a compartir cancha con su hija, “es verdad que jugamos varias veces juntas, yo lo hacía por el Liceo y cada vez que el equipo del hospital nos pedía, les apoyábamos e incluso en sus giras”, comentó Miriam Pérez, su hija.

Para Ermelinda su periodo en el Hospital de Ancud fue muy importante y cosechó muchísimos triunfos y trofeos.

Jugando por DALA

Como se mencionó anteriormente, también jugó por el DALA, equipo donde comentó una de sus tantas historias, específicamente en la ciudad de Osorno.

Ahí la llevaron en avión para que fuera a jugar de galleta (unirse para reforzar un equipo), su papá no le quería dar permiso, pero ella fue. Se quedó en una casa de una familia evangélica, “no me querían dejar salir porque era muy tarde, tuve que escapar con ayuda de la hija para reunirme con el equipo”.

Plantel de DALA integrado por Dina Demarchi, Maruja Alvarado, Froselia Gonzali, Marba Velásquez y Ermelinda Aguilar / Créditos Básquetbol Ancuditano del Recuerdo.

Una ícono del básquetbol femenino en Ancud

Ermelinda jugó al básquetbol hasta los 40 años, donde vistió varías camisetas locales y por supuesto la de la selección de Ancud, pero uno de sus máximos reconocimientos se dio en el año 1987.

Un año sin duda especial para la ciudad, donde se alcanzó el histórico y recordado primer título de la Dimayor, y donde dentro de la campaña Ermelinda tuvo un lindo homenaje a estadio lleno, reconociendo su trayectoria.

Diploma entregado por la Dimayor en reconocimiento a su trayectoria.

“Fue una gran basquetbolista, vistió muchas veces la camiseta ancuditana, de las figuras en damas fue destacada, salieron muchas chicas mirándose en la famosa Ermelinda Aguilar, fue una vitrina, tenía mucha ofensiva y también defendía bien, aperrada para jugar, agresiva, nunca daba por perdida una pelota, significó mucho, fui creciendo y ella todavía se mantenía jugando”, declaró Nicolás Chahuán.

Una vida dedicada a la comunidad

Ermelinda Aguilar / Créditos: Básquetbol Ancuditano del Recuerdo.

Fuera de lo basquetbolístico, la trayectoria de Ermelinda fue tremenda. Dentro de los cursos que realizó obtuvo el técnico paramédico y técnico de enfermería, trabajo en el hospital por 40 años y fue parte de la Cruz Roja durante 45, también trabajaba voluntariamente en el Hogar de Ancianos, además de realizar atenciones a amigos y vecinos sin cobrar nada. En su juventud también fue parte Comité Juvenil Pro-adelanto Local (CJPAL), siendo su presidenta por 3 años.

“Toda la vida he pensado como hice tanto, yo fui Cruz Roja, pero la Cruz Roja no era para hacer deporte, como estaba en el hospital me metieron a un curso, ahí dije Dios mío ayúdame, que iba a saber yo de cursos, después hacia todos los cursos que había en el hospital” comentó Ermelinda.

Antonio Barrientos, administrador de la página Básquetbol Ancuditano del Recuerdo, y una de las pocas personas en rescatar la historia de Ermelinda, fue claro con el reconocimiento que debería tener, “sería merecido que fuera elegida hija ilustre, han sido elegidos otras personas que no lo merecen tanto como ella”.

Agregando, “en su juventud fue una de las primeras jugadoras que hubo acá en Ancud, estuvo en la selección, era muy buena, y después la absorbió su vida familiar y laboral, ella fue una ferviente servidora pública, destacó a nivel profesional como servidora pública, eso es lo que aún hoy en día no se le ha reconocido”.

A día de hoy Ermelinda tiene 91 años, vive junto a su marido Ramón Mansilla y poseen una extensa familia que ha crecido hasta tener cinco nietas y siete bisnietos. Su casa está decorada por decenas de diplomas y fotos, muchos ligados al deporte, otros a su etapa laboral, pero cada uno con un cariño especial, un vistazo al pasado en una vida llena de dedicación y de memorias. Esta es la historia de una mujer basquetbolista, una mujer ancuditana.

Autores: Alén Norambuena Cáceres y Marco Oyarzún Navarro.

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