Mundial Atletismo: Josh Kerr le da el oro a Inglaterra ahora en los 1.500 metros

Gran disgusto para el noruego Ingebrigtsen, que vuelve a perder el oro mundial contra un británico, como hace un año en Eugene.

Quizás no sea muy elegante hablar del karma pero lo cierto es que Jakob Ingebrigtsen no aceptó de muy buen grado aquella derrota ante Jake Wightman hace un año en Eugene. Entonces el noruego, con esa arrogancia que a veces adorna a los genios, dijo que la había ganado un atleta «inferior».

Esta vez su ‘verdugo’ ha sido otro británico, Josh Kerr, que le ha superado en la recta final para acabar imponiéndose con un crono de 3:29.38, en una carrera casi calcada a la vivida hace poco más de un año en el coqueto Hayward Field de la Universidad de Oregón.

Ingebrigtsen ha sido segundo con 3:29.65 y su compatriota Narve Gilje Nordås, al que precisamente entrena su padre y ex mentor Gjert Ingebrigtsen, ha completado el podio con 3:29.68. Mario García Romo, cuarto el pasado año en Eugene, ha sido esta vez sexto (3:30.26).

Wightman lleva un año para olvidar por culpa de las lesiones y ni siquiera ha estado en Budapest así que esta vez no iba a ser un obstáculo para el ‘vikingo indomable’, que en la capital magiar buscaba la única corona que se le resiste, toda vez que es campeón olímpico de 1.500 y mundial de 5.000.

Lo cierto es que Ingebrigtsen, un habitual del Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, llevaba un año casi idílico, rebajando su marca personal hasta esos 3:27.14 que auguran un no muy lejano asalto al vetusto récord mundial de Hicham El Guerrouj (3:26.00).

Con estas credenciales llegaba el nórdico a estos mundiales, como claro favorito a un ‘milqui’ con muchos gallos, entre ellos Kerr o García Romo, pero un solo jefe. Rango que Jakob se encargó de demostrar desde los 200 metros, cuando se situó a la estela del keniano Abel Kipsang.

Puede que esa superioridad manifiesta haya jugado en su contra, eso es no lo sabemos, pero lo cierto es que Ingebrigtsen no esperó demasiado -en concreto hasta los 500 metros- para ponerse en cabeza y estirar el chicle, repitiendo el guion de cada final con la esperanza de que sus rivales fueran cayendo como fruta madura para asestar el golpe definitivo en los 200 metros finales.

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